El pasado 27 de octubre llegó un año más, el día en el que todos los españoles hemos debido cambiar las agujas del reloj y adaptarnos definitivamente al horario invernal. Un hecho que puede influir negativamente en el bienestar de las personas más sensibles. En la unidad familiar, no solo los padres lo pueden notar sino además sus hijos, tanto los jóvenes como los bebés pueden padecer las consecuencias del cambio de hora.

El cuerpo humano dispone de un regulador horario biológico, que se encuentra en el centro del cerebro y que se ajusta mediante los cambios de luz solar y algunos estímulos del entorno relacionados con la rutina y la alimentación. Este reloj interno regula un ciclo diario que afecta a los niveles de las hormonas y a todo el cuerpo, por lo que, cuando cambia el ritmo de la luz externa o el ritmo de las tareas, puede desorientarse en el tiempo. Es un fenómeno parecido al jetlag.

Algunos síntomas que pueden presentar los niños

En el caso concreto de los niños y los bebés también se pueden presentar alteraciones en la vigilia del sueño. Les puede resultar más difícil de lo habitual irse a dormir y pueden tener más somnolencia por las mañanas. Que el niño se despierte con somnolencia por la mañana puede tener consecuencias negativas en su rendimiento durante el día: problemas de atención, irritabilidad, mal humor, menor tolerancia a la frustración, cansancio y desánimo (especialmente las primeras horas del día), aunque esto se magnificará más o menos dependiendo del carácter del niño.

Para conocer y prevenir en la medida de lo posible estas alteraciones consecuencia del cambio horario, podemos tener en cuenta algunas medidas tal y como indica también la Asociación Española de Pediatría y DKV Seguros:

  • Preparar a los niños días antes realizando un adelanto gradual a la hora de despertase y del resto de horarios del día, idealmente unos quince minutos cada día desde cuatro días antes. Así los días previos se irá adaptando hasta llegar al día del cambio de hora.
  • Cambiar gradualmente los horarios de sus comidas y siestas desde los días previos al cambio de horario.
  • Hacer que las siestas sean una prioridad, lo que asegurará que el niño esté descansado y permitirá que la transición sea más gradual.
  • Evitar la exposición a pantallas desde una hora antes de acostarse.
  • Si el niño toma medicamentos de forma crónica, también se debería ajustar la medicación 
15 minutos durante los cuatro días previos al cambio de hora.
  • Por otro lado, debemos insistir en que los niños sean conscientes de los cambios y los 
vayan integrando –si ya están en la edad apropiada para ello- por lo que es importante explicarles la medición del tiempo, cómo va a cambiar la hora y por qué.
  • El cambio de hora es una realidad a la que debemos seguir adaptándonos. También, debemos tener muy en cuenta que el sueño es importante para nuestra salud, aunque a veces no le damos el protagonismo que merece. Siendo más conscientes de lo mucho que nos afectan los cambios en nuestras rutinas diarias y de los aspectos positivos de cambiar ciertos hábitos, podríamos llegar a obtener muchas mejoras en nuestro estado del bienestar. 


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